lunes, 11 de noviembre de 2013

Con-Vivir con desconocidos

Con-vivir
Con-versar
Con-fianza

Y darte cuenta que lo desconocido se vuelve familiar en el contexto del hogar, que compartes techo, mesa y sofá cama literal. Que da igual si no os conozco, si vuestra vida me llega por piezas y aún me faltan las esquinas para terminar el rompecabezas. Que antes de poneros cara ya os ponía las llaves en la mano y de ahí señoras y señores solo puede salir magia. 

Desconocidos que se cuidan.
Desconocidos que se sinceran.
Desconocidos que ríen y lloran.
Desconocidos que comparten.
Desconocidos que confían.
Desconocidos que crean rutina.
Desconocidos conocidos.


(Domingos de pizza y juegos de mesa)


domingo, 10 de noviembre de 2013

Desnudo integral vital

Hoy, mientras sonreía al darme cuenta de que, a veces, el mundo baila al son de la música que suena en mis cascos, me vino a la cabeza uno de los tantos pensamientos que se cuelan sin permiso y que me gusta atribuir a mi Sol particular: Los días no pasan sin algo que les devuelva el sentido, siempre se suceden momentos fugaces, personas, situaciones, que hacen patente lo extraordinario de existir.
Sin darme cuenta, utilizaba este espacio pixelado sin sede física, para vaciar los sentimientos que arañaban (algunos inclusos hacían heridas y, en el peor de los casos,dejaban cicatriz). Quiero re-enfocar este espacio matrixiano para dejar constancia de la magia vital que día a día me traspasa.

Lleva tiempo sobrevolando mi cabeza una teoría sobre la influencia de la cultura en el foco de atención a aspectos positivos o negativos. El pensamiento occidental tiende a estructurarse en contrarios de manera dual (bueno-malo, feliz-infeliz) mientras que el pensamiento oriental no se guía por un eje tan dicotómico, entrevé muchos más matices, sin necesidad de distribuirse en una escala con gradación. 
Los días pasan y con ellos los momentos, las experiencias, las personas, los pensamientos... y siempre (en este caso el siempre es real) sucede algo que te despierta, le quita el disfraz a la vida, la desnuda, hace que todo vaya a cámara lenta y solo puedas fijarte en lo esencial del momento.
Quiero plasmar esos momentos de desnudo integral, esa magia que cae en el olvido cuando la máscara vuelve a su sitio. Hasta ahora lo hacía, pero eran momentos que, según mi pensamiento occidental, , podría calificar como melancólicos, tristes, nostálgicos... que me sacaban del margen debido a su autenticidad, su profundidad, su extremo. Pero ¿qué pasa con las lágrimas felices? ¿qué pasa con los momentos amarillos? Parece que solo tenía necesidad de escribir lo que arañaba para que dejara de escocer o simplemente escribir por escribir (las finalidad y la utilidad no tienen por qué ser la causa siempre)  La idea es escribir porque sí, para nadie, para mí, sobre los momentos de luces naranjas... pero como toda idea al final saldrá por donde quiera y esto será el fin o el principio de otro pensamiento de dos de la mañana...

Buenas noches.