miércoles, 5 de marzo de 2014

-.-=+

Puede que sea un jodido desastre, lo sé. Que sea adicta a serlo, que necesite unas cuantas salidas del margen diarias para no recordar que nada tiene sentido. Puede que diga demasiados tacos, que tenga el autocontrol bajo mínimos y me defina por un desajuste serotoninérgico (según las últimas teorías).
Tal vez, mi largo plazo muera porque me mate el corto y ya no sé si lo que creo ser es consecuencia de lo que fui o al revés (un salto temporal muy de Lynch). Seguramente nunca llegue a nada porque no soy capaz de contener mi potencial, de dejar que siga una corriente con finalidad. Y ese "nada" sea ser útil para alguien, (tengo miedo a pensar sobre ello, porque descubriré que es otra milonga, otro sentido vital de cartón piedra). Analizo, desmenuzo todo de manera patológica y eso siempre provoca aislamiento porque nadie atiende a tal pormenorización. Pero os diré una cosa (en realidad me la digo a mí, pero queda más cuerdo hacer como que hay un receptor externo) si de algo estoy segura (teniendo en cuenta que no puedo estarlo de nada al cien por cien, puesto que no hay verdad) es que sé lo que son los instantes de  incodicionalidad. Cuando comprendes que alguien te quiere tanto, que quieres tanto a alguien, como para no juzgarte, como para no juzgarle y aguantar tu peor máscara, y aguantar su peor máscara, que no hay contratos porque no hacen falta, que hay instantes de verdadera incondicionalidad (remarcaré lo de instantes, porque como todo lo perfecto, solo puede durar unos segundos) .Utilizaré el término arbitrariamente pactado: amistad, y para ser más concretos instantes de amistad encadenados (el término amor está demasiado cargado de mierda cultural ficticia y se malentendería)

Y he aquí otra salida del margen en forma de insomnio selectivo.