viernes, 11 de octubre de 2019

(Una brisa que quema cada vez que te roza la mejilla)

Estoy aquí, de pie, llorando lágrimas de fuego que me abrasan los lacrimales. Van dejando un rastro de piel quemada y al caer al suelo, son chispas que lo van calcinando todo.
Las palmeras arden, son una inmensa columna de fuego y el lago, que apenas tiene agua, no puede parar las llamas catárticas que lo están destruyendo todo.
La pirómana ha vuelto y el desierto desnudo la acoge, la abraza. Solo yo, el sol y la arena. Los espejismos no son inmunes a la realidad. Qué ardan los oasis, qué ardan.
Se acabó el descanso en tus brazos.


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