jueves, 25 de junio de 2015

Anclas

No paro de darle vueltas a los cambios y junto a esas divagaciones siempre aparecen imágenes de anclas. Por mucho que cambien las cosas, por mucho que la vida muerda, quedando en ocasiones cicatriz, o desaparezca gente que nunca debiera dejar de existir, tenemos anclas. Cada uno llevamos la nuestra y es nuestra responsabilidad fortalecerla a cada momento, cuidarla del óxido y de cualquier cosa que pueda corroerla. Pero hay olas que nos hacen volar tan alto o nos hunden tan profundo que te despiertan de esa ilusión de autosuficiencia, dejando patente ese otro crecimiento, paralelo al de uno mismo, con los otros. Tus otras anclas, personas que siempre están, físicamente o en el pensamiento están y nos acompañan en decisiones que cambian la dirección de la flecha, en momentos de felicidad sin medida, y en los de tristeza quitan sal a las lágrimas para que no escueza tanto. Sois la estabilidad y lo eterno en el jodido cambio constante. De esto va la cosa, de ser y tener anclas, que sostengan cuando todo se ponga patas arriba y entrelazar dedos para disfrutar más de los momentos naranjas. Tener infinitos a tu lado en esta aventura vital finita.

(Lo único que permanece son los cambios, y en mi cambios permanecéis vosotros que convertís mis límites en infinitos)

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